Una mamá es aquel ser que con la caricia tierna de su mano cansada y el el Sana que sana colita de rana…todo cambia de color y el dolor desaparece, la tristeza se disuelve, la nostalgia se difumina y la alegría toma su lugar.
Sí, porque ese ensalmo bendito tiene el poder más grande del mundo.
Es capaz de transformar la oscuridad en luz, la noche en día, el llanto en risa y el hambre en siesta.
Esa mano ajada que a pesar de los años sigue tan tersa y cálida, posee el dulce encanto de hacer desaparecer el miedo, de convertir agua y dos papas en la más exquisita sopa o un simple huevo en auténtico caviar.
Tiene la magia de transformar harapos en trajes de novia, cortinas viejas en hermosas sobrecamas y noches frías en gratificantes sueños.
Esa voz de letanía permanente que agobia como chicharra, regaña sin condición, se complace en torturar bañando y sonando narices frente a las visitas, cantaleteando por el novio que no le conviene y por los tragos de anoche que no la dejaron «pegar los ojos»; se convierte en acusadora conciencia que no da tregua en vacaciones y que no baja el tono hasta recibir a su «Doctor» y aunque éste, después de la ceremonia le dé un beso y se vaya de luna de miel, sin rencor empieza a ensayar destemplados cánticos de cuna para malcriar nietos y justificarlos.
Esa voz que reparte «Jesus, Marías y Josés» a toda hora y en todas las direcciones, no perdona un «cito mi muchacho, como estará pasando de bueno en Cartagena».
Esa voz que llora en cada bienvenida y anega aeropuertos en cada despedida, es la voz más tonante, pero más dulce del universo.
Esa figurita menuda, cansada de cargar años, echar bendiciones, no escatima comida, cantaleta, ni consejos, es capaz de enfrentar el mundo por su muchacho, conmover jueces y derrumbar ceñudos fiscales con la potencia hídrica de sus lágrimas.
Es la madre… que no tiene envidia, no es jactanciosa, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… es el amor que nunca deja de ser… es el amor de madre, es decir… es el amor de Dios… «.