Cúbreme, amor, el cielo de la boca
con esa arrebatada espuma extrema,
que es jazmín del que sabe y del que quema,
brotado en punta de coral de roca.
Alóquemelo, amor, su sal, aloca
tu lancinante aguda flor suprema,
doblando su furor en la diadema
del mordiente clavel que la desboca.
¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello
borbotar temperado de la nieve
por tan estrecha gruta en carne viva,
Para mirar cómo tu fino cuello
se te resbala, amor, y se te llueve
de jazmines y estrellas de saliva!
autor: Rafael Alberti
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