Las Doce Portilladas o Letrilla Avilesina
Pues no es mala mi memoria,
os contaré este suceso
que, si raya en el exceso,
es también graciosa historia.
Ocasión digna de gloria,
para tan bravo doncel,
cuando derramó Portillo
un orujito con miel.
Eran tres los que, temprano,
una mañana, en Sabugo,
quisieron probar el jugo
de la sidra del manzano.
Era licor soberano,
buena sidra del tonel,
cuando derramó Portillo
dos orujitos con miel.
En tierras avilesinas,
y, sin perder un instante,
buscaron un restaurante
por recónditas esquinas.
Bajaron cuestas mezquinas
y hallaron el bar aquel,
cuando derramó Portillo
tres orujtitos con miel.
Vino la sopa primero,
que al más ebrio lo perdona
cuando el estómago entona
para cuando venga el mero.
Y sirvieron el cordero
del más preciado vergel,
cuando derramó Portillo
cuatro orujitos con miel.
Fausto, viendo lo que había,
le llamaba la atención,
al tiempo José Ramón
a su gusto se reía.
Y el camarero veía
con sus manchas el mantel,
cuando derramó Portillo
cinco orujitos con miel.
Temiendo que, con enfado,
los echasen del lugar,
se intentaron reportar
con un gesto más callado.
Hubo así el postre llegado,
que fue un hermoso pastel,
cuando derramó Portillo
seis orujitos con miel.
Tras esto, el café y el puro
llegaron con gran premura,
que ya el camarero apura
para pasar este apuro.
Mas dejó en rincón oscuro
servilletas de papel,
cuando derramó Portillo
siete orujitos con miel.
Y salieron del local
pensando en lo sucedido,
asumiendo lo ocurrido,
sabiendo que estaba mal.
Y, olvidando lo fatal,
dejaron el sitio aquel,
cuando derramó Portillo
ocho orujitos con miel.
Tras la larga escalinata,
en otro bar se encontraron,
donde mucho más tomaron,
que la sidra era barata.
Pero pronto se delata
en rara selva el lebrel,
cuando derramó Portillo
nueve orujitos con miel.
Y, porque fue gran tormento
todo lo que hubo ocurrido,
pidió Fausto, divertido,
aderezar el evento.
Por eso con gran contento
le dio a Ramón un papel,
cuando derramó Portillo
diez orujitos con miel.
Y llega la inspiración,
alimento a la poesía,
cuando Ramón escribía
como suele hacer Ramón.
Mas no sabe la lección
Portillo, ya vuelto en él,
cuando derramó Portillo
once orujitos con miel.
Y por eso esta letrilla
canta con ritmo sencillo
los orujos de un Portillo
que del mundo es maravilla.
Son ya una rima que brilla
sobre un pliego de cordel,
cuando derramó Portillo
doce orujitos con miel.
Autor: José Ramón Muñiz Álvarez