En silencio mis labios marchitos yo muerdo,
enloquezco porque no quiero tu nombre gritar,
tú siempre vives en lo profundo de mi recuerdo
porque aún no consigo de mí poderte arrancar.
Desde que te marchaste me quedé sin paraíso
donde vivimos soñando cada noche los dos,
pero de pronto un día todo aquello se deshizo
cuando tú y yo nos dijimos para siempre adiós.
Hoy me pregunto sereno ¿Qué haré sin ti ahora?,
¿Acaso siempre fuiste un espejismo falso y cruel?,
pues no sabes cuánto mi corazón agoniza y llora
y se va acabando gota agota mi existencia con él.
Te esfumaste como nube en el eterno azul del cielo,
desapareciendo como una estrella lejana y fugaz,
mientras callo mi sufrimiento, sin ningún consuelo,
dime por piedad, amada mía ¿con quien estás?
Manos que saben que mi cuerpo no te olvida,
manos que me acariciaron alguna vez con pasión,
manos que me arrancaron sin lástima la vida,
manos que me dejaron mal herido y sin corazón.
Autor: Adonisedec González Jarquín