De la noche, ya no busco nada,
de la mañana: su aroma y su fragancia,
de la tarde: su serena vagancia,
y de ti, tu luz abandonada,
andas sola por ahí, lejos de mí,
acompañada tan sólo por un pequeño consuelo,
el de tener la voz apagada,
en espejos del árbol quebrado,
sin tapiz de ramas.
De la noche, ya no espero nada,
tu luz la dejó apagada,
rota la noche, busco la madrugada,
en la que tú dijiste: «sí» a mi triste despedida,
sin la noche, ya no sueño, ya no duermo,
tan sólo velo.
Con la mañana, flor blanca,
mis penas ahogas,
mis miedos se quedarán en nada
con la noche, ya no quiero nada.
Autor: Juan Manuel Peña Ramírez
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