Por esta ocasión no trataré de dejar de estarlo, tampoco intentaré evadir mi tristeza llenándome de actividades sin sentido en forma compulsiva o fingiendo que todo está bien.
Hoy aceptaré mis sentimientos y emociones por más molestas que me parezcan como lo correcto en este momento.
No pensaré que si se supone que soy una persona sana y madura entonces no debo estar triste. Está bien estar triste.
No trataré de aparentar lo contrario ante los demás sólo para que piensen que nunca estoy triste o que soy muy feliz o muy fuerte.
Estar triste no me hace débil. De hecho, feliz y fuerte es aquel que teniendo emociones de tristeza o enojo, no las reprime sino que las sabe enfrentar, abrazar, y finalmente trascender.
Eso es poder, por esta vez en adelante, no esconderé mi tristeza o enojo para «mantener las apariencias» o «para no incomodar a los demás» pero tampoco los haré responsables de mis emociones, ni descargaré mis quejas o mal humor en ellos.
Esta vez seré totalmente responsable de mi tristeza o de mi enojo, y a la vez, me sentiré feliz de poder expresarme libremente… conmigo mismo.
Estoy triste… y está bien.
Autor: Laura Santiago