Cuando pongo «Te quiero«, no lo escondo entre líneas.
Lo coloco al principio, al final y en el medio.
No me voy por las ramas: que te quede muy claro.
Lo repito en silencio como un eco infinito.
Cuando pongo «Te quiero«, tengo mucho cuidado.
Lo releo despacio para no equivocarme.
Lo subrayo tres veces a la vez por lo menos.
Si lo cambio, lo cambio por su hermoso sinónimo.
Cuando pongo «Te quiero«, que también es «Te amo»,
en mi estómago vuelan mariposas felices
y, aunque escribe mi mano hilarante y segura,
a mi cuerpo lo invade un manojo de nervios.
Cuando pongo «Te quiero«, los adornos estorban.
No son sólo ocho letras, son dos joyas escritas,
que se entregan a alguien que quizás se las ponga,
esperando que alguien te responda con ellas.
Autor: Rafa Dedi