Clamé al mundo; no me respondió; clame a los reyes de la tierra; mas me respondieron con durezas; paseé por el mundo; mas lo único que hallé fue maldad en el corazón de las gentes, de toda nación. Como necio, me pregunté a mi mismo: «¿Por qué Jehová, permite éstos males?»; mas volviendo a casa, tomé mi coche, y me embistió un camión; mi cuerpo dentro del coche, no respondía; mas yo me vi fuera de él; noté una presencia detrás de mí, y me gire y estaba Jesús. Me arrodillé, y él, mirándome me dijo: «¿Por qué dudas de mi padre?, hombre de poca fe. Ven, y mira, y daré respuesta a tus preguntas».
Volviéndome miré, y me dijo: «¿Ves aquella guerra en los cielos? Satanás, fue expulsado de los cielos hacia la tierra; mas él anda como león rugiente buscando a quién devorar, porque sabe que su tiempo es corto, y quiere poner a las gentes en contra de la palabra de mi padre; de esta manera, no conviene hacerse amigo del mundo, porque el que se hace amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios; mas el que deja sus cosas y carga su cruz, ese será llamado hijo de Dios; no tenemos una lucha entre carne y sangre, sino entre espíritu y carne, entre las huestes del mal que gobiernan este mundo; satanás; él tienta, mas la gente cae» Al ver y oír todo aquello, entendí la maldad que había, y comprendí, que el culpable, es satanás.
Autor: Jose Miguel G.