Aún no conozco tu rostro,
solo escucho tu dulce voz
no sé dónde estás;
pero te siento muy cerquita
siento tu respiración,
y tus atrevidas manos
desnudando mis caderas.
Y yo dejando salir
algunos gemidos de placer
y tú descubriendo
cada rincón de mi piel
y yo sintiendo tu virilidad
que me hace estremecer.
Ahora ante tanta dicha
yo caigo rendida a tus pies,
dicha te siento de mi
a tan solo unos pasos
muy, muy cerquita.
Autor: Anita
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