Era la niña más bella, la esperanza más eterna, el karma, el todo, la sen sación, la emoción.
Ante ella los universos giraban en un sinfin de canciones y de risas. Cuando ví esos ojitos pequeños, dulces, pensé que había hallado el manantial de la belleza y no descansé hasta extraer el elixir de su ternura.
Cómo olvidar aquellas manitas entrecruzadas jugueteando, los recuerdos de comunión, de misa y procesión, aquellas campanas grabadas de la Santa Martha que me producían risas y no como hoy llanto. Hoy cuando las oigo vibrando
a lo lejos recuerdo tu aroma de limón y sufro, sufre mi corazón aquel eclipse sin fin en que lo metiste ¿Por qué, por el simple deseo de quererte?
Eramos niños, yo lo sé, muy pequeños, lo sé también, pero cuando me acercaba me agredías y si no lo hacías jugabas y yo no se a quien había de hacerle caso.
¿me amabas?¿Me odiabas? Fuiste redentora y verdugo desde niña tú mujer. Cultivaste poco a poco en el huerto tu desprecio por quererte. Te lo daba todo, mis juguetes, mis sueños, alegrías, mis miradas tiernas, mi inocencia y tu la despreciabas.
¿Dónde quedó la niña? ¿Dónde murió aquel sueño de estrellitas y de duendes? Aquella pesca pesca del gato y el ratón que divertía nuestras almas infantiles?
Ese nombre extraño que tenías era mi baluarte, mi enseña, no había faro ni luz más plena que la tuya.
I era el faro de las calles llenas de lo mismo,
como aquella Santo Domingo por donde pasaba para verte. Risa, era el colegio que quedaba al final, desayuno en boca corría,
te tenía que encontrar.
Aquellas divertidas y ansiosas mañanas en las que no cabía mi espíritu en mi ser, mi mami me llevaba a encontar a mi querer.
Amor de niño, amor ingenuo de travesuras y de risas, vaya risas, risas falsas y ecos de fantasmas que me protegían sin saberlo.
Aquel antiguo colegio, pieza de mis añoranzas sepultado yace con mis alabanzas a tu ternura olvidada, a tu mirada de miel,
que trocándose en hiel perfora aún lo hondo de mi cuerpo.
Así te digo, dulce mariposa, princesa de mis obras, tu plebeyo, tu sirviente fui y en vez de manzanas pusiste sapos y culebras en mi cesto, en tu amor.
Por eso, por auellas callejuelas olvidadas de caminos empedrados y de farolitos, de campanas y de suenos rotos, ni con mi madre ni solo, vuelvo yo a caminar. que tengas suerte, ojalá tu cambies algún día para verte, aunque lo creo imposible, como jugarle a la suerte.
aporte de : Arturo Linares Nava